Con un grito enérgico, como si iniciara una batalla, los integrantes del Carro de Comedias de la UNAM, bajo la dirección de Andrés Carreño, dieron comienzo a su presentación en la Explanada Central del Campo Cuatro y, al ritmo de una canción alegre, anticiparon lo que estaba por venir, ya que los actores atraparon la atención del público desde ese momento.
Minutos antes, una carpa y un escenario ya estaban preparados para esta función. La gente que cruzaba la explanada se detenía, curiosa, para ver qué sucedía. A pesar del calor de aquella tarde, niños, jóvenes y adultos tomaron asiento para disfrutar del espectáculo.
Entonces, los artistas presentaron su montaje como una tragicomedia, en una obra que invitó a reflexionar sobre los roles que jugamos en la vida, a través de una perspectiva teatral. La historia inició con un personaje que se autodenomina el “dueño del teatro”, una figura que representa a un dios creador y todopoderoso, quien construye el mundo y asigna los papeles que cada personaje debe interpretar.
Mediante una tómbola, en apariencia equitativa, se repartieron los roles: uno se convirtió en rey, con todos los privilegios; otro, en alguien que carece de todo. Aunque el sorteo parece justo, pronto se revela que el resultado reproduce una profunda desigualdad.
Así, mientras el público reía y disfrutaba del tono satírico con el que se retrataba la vida cotidiana de los mexicanos, la obra también planteaba preguntas incómodas: ¿realmente elegimos nuestro destino? o ¿todo está predeterminado desde el inicio?
Los personajes, especialmente aquellos con vidas difíciles, expresaban su deseo de superarse, confiando en el esfuerzo y la perseverancia como medios para mejorar su situación. De modo que la obra tocó fibras emocionales al mostrar momentos de esperanza en medio de la adversidad.
Conforme avanzó la trama, algunos personajes tomaron conciencia de la injusticia en la que vivían y decidieron unirse para pedir un cambio. Sin embargo, el único resultado fue una orden del rey para que trabajaran más, sin tiempo para cuestionarse su situación. El mensaje fue claro: incluso la organización no garantiza una transformación inmediata si el poder permanece intacto.
Esta comedia se transformó en una crítica mordaz al sistema social, haciendo énfasis en cómo se pierden valores como la dignidad y el respeto. La obra no solo divirtió, sino que también provocó reflexión ¿qué papel jugamos en este teatro llamado vida?
Una de las frases más memorables cerró con fuerza el espectáculo “Cada acto tiene su eco. Quien abandona a un amigo, se abandona a sí mismo”. Con esta idea, los actores invitaron al público a mantenerse unido ante la adversidad y a cuestionar el rol que cada uno desempeña en la sociedad.
Alejandro Ventura Abraján