Xiadani Itchel Gómez Rodríguez
Trabajar en las áreas sociales y las humanidades, a partir de ciencias como la sociología, la psicología, la economía, la comunicación y la antropología, entre otras, resulta relevante para poder construir esa vocación humanística que distingue a la Máxima Casa de Estudios del país.
Desde su creación en 1974, la FES Cuautitlán reconoció que su compromiso con la sociedad se fundamenta en acciones que benefician su entorno más inmediato; sin embargo, para influir en éste, es necesario comenzar con la realidad de la que se forma parte. ¿Cómo es la atmósfera social que envuelve a la Facultad?
En respuesta a esta pregunta, la psicóloga Nancy Gutiérrez Herrera, jefa de la Sección de Disciplinas Filosóficas y Metodología, a través de un censo realizado el semestre 18-2 para el proyecto Incubadora de Salud Ocupacional Sustentable, encontró que aproximadamente una tercera parte de los alumnos de Campo Cuatro se mudan solos a zonas aledañas a la institución, ya que en la mayoría de los casos su residencia familiar está en diferentes Estados de la República o en localidades metropolitanas lejanas.
A causa de estas necesidades específicas de la FESC, desde este año la psicóloga Gutiérrez implementó la Incubadora de Salud Ocupacional Sustentable, que hasta ahora ha dado como resultado la creación de un Manual de Supervivencia e Identidad Institucional, todos creados a partir del Programa UNAMos Manos por la Responsabilidad Social Universitaria, que bajo la batuta del maestro Jorge Bello Domínguez, jefe del Departamento de Ciencias Sociales, en 2017 obtuvo el Reconocimiento como Universidad Socialmente Responsable.
El propósito del programa
El proyecto surgió con el objetivo de enseñar a los estudiantes la importancia de cuidar su salud y al mismo tiempo dotarlos de las herramientas necesarias para desarrollar y perfeccionar, de manera autónoma, hábitos que les permitan tener una vida universitaria saludable a pesar de estar lejos de sus familias, un hecho que impacta en el bienestar público.
Además, en dicho planteamiento se reconocen otras vertientes como el riesgo de estos jóvenes cuando viven solos, pues de acuerdo con la psicóloga Gutiérrez, es necesario apoyarlos desde un enfoque integral basado en los factores de riesgo psicosocial.
Lo anterior se logra a través de la creación de grupos de aproximadamente cinco personas que estén dispuestas a trabajar en conjunto para atender los requerimientos alimentarios de cada miembro. Así se busca implementar una metodología que los apoye tanto económica como nutricionalmente con el fin de que se propicien relaciones benéficas que disminuyan la presencia de alteraciones emocionales.
Recientemente, la psicóloga Gutiérrez puso en marcha una prueba piloto con cuatro alumnos de la Facultad, quienes con sus propios recursos recolectaron los insumos para preparar alimento durante una semana. A éstos se unió la académica como quinta integrante para fungir el papel de alguien que tiene dificultades para contribuir con su parte proporcional.
El resultado demostró que, a pesar de ser cuatro los participantes que cooperaron para los comestibles, éstos fueron suficientes para proveer a todos. Con ello demostraron que es posible elaborar un menú balanceado y además reducir la cantidad de dinero invertido.
Frente a la problemática
Gracias a su experiencia como Directora de Proyectos para Poblaciones Vulnerables de diferentes municipios del país y como Coordinadora de un plan del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina, entre otros aportes conseguidos a lo largo de 20 años en la UNAM, la psicóloga creó un planteamiento metodológico que genera contextos de transformación a través de campañas sociales.
Como parte de esta metodología se aplicó una encuesta que arrojó que más de la mitad de la matrícula de cada carrera acude a clases sin haber ingerido ningún alimento. Los resultados indicaron que los estudiantes de Medicina Veterinaria y Zootecnia son los más afectados (más de 250 afirmaron no alimentarse durante el día), seguidos por los de Contaduría, pues casi 150 presentan deficiencias alimenticias.
Es importante señalar que esta coyuntura no deja de lado problemáticas tan frecuentes como la crisis alimentaria, que comenzó a agudizarse en los setenta, cuando se elevaron los precios internacionales en los granos. Esto dio como resultado, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012, que el Estado de México sea la entidad con mayores dificultades en materia de nutrición, ya que el 47.7% de hombres y el 42.6 % de mujeres de todos los niveles educativos padecen sobrepeso.
Al respecto, la especialista comentó que el consumo de productos hipercalóricos y con altos índices de grasas saturadas no sólo impacta en el metabolismo de los consumidores sino que también afecta su rendimiento cognitivo generado distorsión en el manejo de emociones.
En este sentido, resulta evidente que otro de los retos que enfrentan los estudiantes foráneos es la falta de educación alimentaria, pues su deficiencia trae consigo un desequilibrio en la salud emocional y afecta el desempeño dentro y fuera de las aulas, lo que se refleja en la formación integral de los universitarios.
El impacto de la Incubadora
La Facultad presenta retos originados por su geografía económica, los cuales se traducen en varios factores: su ubicación en el municipio de Cuautitlán Izcalli, una de las zonas con mayores problemas alimenticios en el país y que por su lejanía con el centro del Valle de México propicia el incremento de estudiantes foráneos dentro de la matrícula. Actualmente el 30% de alumnos de cada carrera pertenecen a esta población.
Aunado a ello, las estadísticas obtenidas revelaron que una tercera parte de la población de MVZ que renta cerca de la FESC lo hace sin ningún acompañante, cifra que contrasta con los alumnos de Administración, quienes prefieren rentar con amigos. “Un fenómeno que merece ser atendido para salvaguardar la seguridad de los jóvenes”, señaló Gutiérrez.
Atender a estos factores geográficos específicos no sólo es necesario por el riesgo alimenticio que genera, a nivel micro, en la Facultad y a nivel macro en Cuautitlán; sino también por las posibilidades que este proyecto brinda: crear redes sociales de apoyo capaces de fortalecer la educación integral del estudiante, resguardar la integridad de su comunidad y así modificar automáticamente el entorno que se vive dentro de la Universidad.
A la fecha la Incubadora cuenta con 155 voluntarios registrados y 139 solicitudes de beneficiarios, con quienes se busca trabajar en un futuro para continuar el proceso de investigación y de perfeccionamiento a fin de que sea implementado en un mayor número de estudiantes de la FES Cuautitlán.