Orientan sobre el papel de la ecofisiología en la preservación de especies

Con el propósito de informar a la comunidad sobre la conservación de la biodiversidad marina y charlar sobre la adaptación de los mecanismos físicos y químicos que se desarrollan dentro de un sistema vivo, se llevó a cabo la conferencia “Ecofisiología de Octopus maya: Viaje al centro del pulpo rojo”.

La charla dio inicio con la inauguración del maestro Jorge Alfredo Cuéllar Ordaz, director de la Facultad, quien enalteció la labor de los Departamentos de Ciencias Biológicas y Ciencias Pecuarias, por la organización de eventos que contribuyen al desarrollo y vinculación profesional de los universitarios.

En la ponencia, la bióloga Nelli Rodríguez Hernández, especialista en divulgación científica y educación ambiental, comentó que el octopus maya es un cefalópodo, porque no tiene huesos y que sus pies están unidos a la cabeza, donde se encuentran todos sus órganos. Como dato particular, explicó que esta especie tiene tres corazones, dos pegados a las branquias y otro principal.

Luego, detalló que para protegerse de los depredadores arroja tinta, se mimetiza o se esconde en praderas, oquedades, cuevas o rocas coralinas que pueden ubicarse en profundidades de hasta 58 metros. Además, indicó que su ciclo va de uno a dos años y tiene sólo un esfuerzo reproductivo fuerte (semélparo), en el que pone de 1000 a 1500 huevos.

La especialista aseguró que esta especie es de gran importancia pesquera, ya que genera 15 mil empleos directos y que al arte de su pesca se le conoce como gareteo, pues se realiza artesanalmente (por embarcaciones pequeñas que con un sistema de palos de bambú, hilos, plomos y jaiba, que dependen del movimiento del viento para capturarlo), explicó.

Al referirse a la ecofisiología, detalló que ésta se encarga de analizar los fenómenos fisiológicos de los organismos vivos, bajo el dominio de factores ambientales y que, gracias a ella, han podido conocer diversos factores que afectan al octopus maya, como el cambio climático, la acidificación del océano, la sobreexplotación y otros, los cuales repercuten en su crecimiento, reproducción, desarrollo embrionario, distribución geográfica y más.

Otra de sus tareas ha sido estudiar el intervalo de tolerancia térmica tolerable y apta para este cefalópodo, con lo que descubrieron que su temperatura óptima es de 22 y 23 grados. No obstante, si el temple es mayor o menor, los espermatozoides y los óvulos no son funcionales, las hembras no ponen huevos, los embriones no logran desarrollarse, no nacen y de hacerlo es con un alto índice de deformidad.

También, trabajan con respirometría, analizando su tasa metabólica estándar para conocer cuánta energía necesitan para mantenerse vivos y qué uso le dan dependiendo su desarrollo fisiológico. La bióloga afirmó que estas metodologías son relevantes porque a partir de ellas se pueden predecir los cambios o el futuro próximo de las condiciones de vida de esta especie, a fin de mejorarlas o implementar dinámicas en pro de su conservación.

El comité organizador estuvo a cargo de los maestros María de la Luz Montero Villeda, responsable del Museo de Fauna Silvestre; Israel Omar Villegas Pérez, jefe de la Unidad Pecuaria del Centro de Enseñanza Agropecuaria y el ingeniero Gabino Cuicas Fernández, administrativo del Departamento de Adquisiciones.

María Dolores Elizondo Alvarado

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