Escribir es una terapia, no una profesión

“Un lector vive mil vidas antes de morir” 

George Raymond Richard Martin

 

Experimentar lo inefable y alcanzar lo utópico es sólo posible al recorrer las líneas, encarnar otros cuerpos y vivir otras vidas para revivir la propia, porque al andar entre episodios se llega al final de una historia que sin ser la nuestra nos cambiará la existencia; pues ¿Qué no es “la literatura, un remedio infalible”?. 

A partir de esa premisa, en una edición más de las charlas “Ciencia, conciencia y café 4.0”, el médico pediatra José Manuel Ortiz Soto, la doctora Marcela Peñaloza Báez, académica de la DGTIC, y el doctor David Morales González, docente de la FES Acatlán, se reunieron con el doctor Rafael Fernández, para dialogar sobre la lectura y la escritura como actividades terapéuticas, más allá de profesionales. 

Partiendo de que la lectura es el motor de la escritura, el politólogo, David Morales, refirió a una de las ideas más paradójicas de Jorge Luis Borges, quien expresó “Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído”.

Argumento que secundó el MVZ Rogelio Barroso desde el público, asegurando que “todos los que disfrutan leer terminan por escribir algunas cosas que le suceden o que se imaginan les podrían suceder”. En su caso, atañó un cuento de su autoría, el cual relata el sueño de un lavacoches, quien cada vez que observa los partidos de futbol en las pantallas de una tienda departamental  se fantasea como ganador de la copa del mundo. 

Ante esta posibilidad, el moderador cuestionó a los participantes sobre una de las dudas más comunes ¿eres tú el personaje de quien escribes?, una pregunta que los tres calificaron como verdadera. El médico lo aceptó, pues dijo que cuando se empieza siempre se habla del autor y que la clave estriba en despegarse de a poco. 

Por su parte, la informática precisó que siempre es difícil deslindarse de sus historias; sin embargo,  destacó “la emoción de construir algo completamente nuevo, personajes a los que se les puede dar una identidad se acerca mucho a jugar a ser dioses y eso se antoja”.

Escribir parte de una necesidad intrínseca del humano, la de crear para expresar, como cualquier manifestación artística, y no necesariamente como una vocación. Así lo evidenciaron  el también  jefe de División de Ciencias Socioeconómicas de la FES Acatlán y José Manuel Ortiz, quien narró que esta pasión surgió al leer su primer libro “Las aventuras de Tom Sawyer” y que más tarde, motivado por la profesora Susana Ordoñez, en el CCH Vallejo, comenzó a escribir, revelando de esta manera un talento que la académica apoyó. Por eso, se llevó una gran desilusión al enterarse de que su pupilo eligió la medicina como carrera profesional. 

David Morales detalló que su origen es el mismo que el de la “Décima musa mexicana”, Nepantla, a donde alguna vez acudió Margot Glantz para recibir el nombramiento de “Hija predilecta del pueblo”, por su trabajo como sorjuanista consolidada. Este acontecimiento despertó su interés que, fusionado con sus primeras experiencias románticas, decantó en el hallazgo de su pasión: la literatura. 

A este anecdotario se unió el moderador, quien contó su disgusto por leer “Al filo del agua”, de Agustin Yañez, en el tercer año de la preparatoria, ya que para él “la literatura es escribir y no sólo leer”, como su profesor pretendía. A fin de salvar la asignatura, aceptó un reto del maestro y creó un cuento para dejar de hacer tareas por el resto del ciclo escolar. 

En su cuento, el joven Rafael Fernández desarrolló tres registros distintos de lenguaje, pues trató sobre el interrogatorio de tres personas en torno a un accidente ocurrido en una esquina, lo cual le valió el triunfo y la admiración del docente, quien después lo convenció de participar en la convocatoria de la revista “El cuento”, de Edmundo Valadés, misma que posteriormente publicó su trabajo. 

A fin de demostrar que para escribir no es indispensable formarse con una licenciatura en Letras y Literatura, porque “ser escritor  no es una profesión, sino un oficio que sale del alma, el corazón y la mente”, David Morales habló de Carlos Fuentes y Octavio Paz, quienes fueron abogados de profesión; Fiódor Dostoyevski, ingeniero militar; Fernando Del Paso, médico, y Jorge Ibargüengoitia, ingeniero. Gigantes de la literatura que encontraron en la escritura la manera de explicar su realidad, contar los sucesos de su tiempo y compartir su conocimiento.

Antes de terminar, los panelistas hablaron de su trayectoria en este rubro. José Manuel Ortiz, el médico, conversó sobre algunas de sus publicaciones, la mayoría de ellas relatos de microficción que viven en obras como “La metamorfosis de Diana”, “El libro de los seres no imaginados” y “Cuatro caminos”, entre otros. 

Marcela Peñaloza, la informática, aseguró que su inserción al mundo de las letras es reciente, pues ha escrito cuentos en algunos talleres de creación literaria que no han sido publicados, a pesar de esto, incitó a los oyentes a utilizar los recursos tecnológicos que existen en la actualidad para aprender sobre esta actividad. 

Siguiendo esta línea, el politólogo, David Morales, declaró que aún no cuenta con obras literarias terminadas; sin embargo, publica en redes sociales gran parte de su trabajo conformado por crónicas que nacen desde su narrativa y sirven para recuperar la memoria colectiva. 

Además, aconsejó a los interesados siempre escribir sus ideas y estructuras en una libreta o notas del celular, pues como asegura Byun Chul-Han “siempre en la mano, el smartphone es un rosario digital, un objeto de culto y dominación”. A lo que recomendó, utilizarlo para escribir, como él que ha desarrollado siete capítulos de su novela “Aureliano y los baldíos del paraíso” en este objeto. 

Al finalizar, el doctor Rafael Fernández rescató el hecho de sacrificar a las personas con las que se convive cotidianamente y aseguró que “cuando alguien se sienta junto a uno a verlo escribir se puede estar seguro de que lo quieren”, moción con la que concordaron los panelistas.

Sandra Yazmin Sánchez Olvera

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