Taller Coreográfico se une a los festejos de la FES Cuautitlán

“Veo la danza siendo usada como comunicación entre el cuerpo y el alma, para expresar lo que es demasiado profundo, muy sutil para las palabras”

Ruth St. Denis

 De manera histórica, por primera vez la FES Cuautitlán celebró su aniversario virtualmente, en una de sus ediciones más ambiciosas. Para unirse a los festejos, como cada año, el Taller Coreográfico de la UNAM (TCUNAM) dedicó una de sus presentaciones al cuadragésimo séptimo cumpleaños de la primera unidad multidisciplinaria.

Antes de iniciar el número transmitido mediante Facebook, Diego Vázquez, director artístico del TCUNAM, ofreció unas palabras en conmemoración de este suceso, reconociendo la invaluable labor de la Facultad y la excelente relación desarrollada entre ambas entidades, pues desde 2013 el taller ha visitado nuestra casa de estudios por lo menos una vez al año, con la intención de acercar el arte a todos los universitarios.

Luego de estas palabras, cedió la pantalla al espectáculo artístico que inició con “All alone, yet together”, basado en la obra pictórica del pintor estadounidense Edward Hopper, reconocido por retratar la soledad en la vida americana contemporánea. Así, en cada cuadro aparecieron los bailarines, inertes dentro de distintas habitaciones.

Musicalizada con “La solitude”, de Léo Ferré, la presentación cobró vida gracias a las transiciones de cámara, logradas a partir de un objeto en común: la puerta. Una a una dando paso a otro espacio: salas, recámaras y un patio, convertidos en jaulas que apresaron a los intérpretes.

De a poco, los nueve ejecutantes hicieron evidente la idea de Sarah Matry-Guerre al crear esta coreografía inspirada en el confinamiento ocasionado por la pandemia actual, cuando las puertas se transformaron en un símbolo, de salida (para conocer lugares nuevos) y de entrada (para mantenernos aislados del mundo).

Luego de este episodio, siguió “Folding into the infinite: A solo in solitude”, de Maurice Causey, quien concibió esta manifestación dancística desde Estados Unidos y obligó a Ángel Rueda, protagonista de la pieza, a aprender todos los movimientos a la distancia, vía Zoom.

Así comenzó el bailarín, iluminado bajo una luz cenital que otorgó más dramatismo a sus expresiones corporales, transitando en un vaivén con el sonido de “Broken”, “Tenderness” y “Lights de Laake”, piezas que sirvieron para profundizar cada paso, salto y manoteo.

Previo a finalizar la transmisión, el director del TCUNAM aseguró que esta obra evidenció que “sin importar cuán acotados estén nuestros sentimientos, la danza siempre libera e impide que el espíritu sea enjaulado”.

Sandra Yazmín Sánchez Olvera

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